Vivimos una época en la que conversamos de maneras muy diferentes, además de la tradicional conversación uno a uno, ya sea presencial o telefónicamente, las nuevas tecnologías nos han permitido ampliar la gama del tipo de conversaciones que se pueden mantener. Han aparecido las conversaciones conjuntas en las que se compaginan diferentes canales, como las videoconferencias con diversos interlocutores, que tienen la posibilidad de interactuar simultáneamente mediante un chat escrito, con uno o varios de los asistentes.
Además se han popularizado, llegando al ámbito más íntimo como puede ser el familiar, las conversaciones diferidas, y las realizadas mediante aplicaciones de chats sobradamente conocidas. Incluso se pueden encontrar conversaciones entre desconocidos utilizando las llamadas redes sociales, en las que el número de participantes es una incógnita y casi cualquiera puede participar.
Todo eso hace que el arte de conversar se haya visto enriquecido para adaptarse a cada una de las variables con las que nos encontramos: diferentes canales a veces simultáneos, distinta configuración de participantes, diversa relación entre ellos, y tiempos de respuesta adaptables según el caso.
Pero lo que persiste siempre en toda esta vorágine es que cualquier participante lo hace en dos sentidos: emite y recibe información. Esta segunda parte de la conversación, la de recibir información, es la que aporta más conocimiento. En la mayoría de casos, todos sabemos lo que podemos o queremos decir, pero obtener la información que necesitamos de los demás es lo que más nos enriquece y para ello hay que saber qué preguntar y escuchar la respuesta, o incluso lo que no nos dicen.
Cuando la comunicación se hace con el apoyo visual, tanto en remoto como presencialmente, el lenguaje gestual nos ayuda mucho para interpretar aquello que no se verbaliza. Pero cuando se carece de ese contacto visual, como ocurre en la comunicación escrita o telefónica, hay que realizar muy bien las preguntas para obtener el máximo de información posible y evitar al mismo tiempo cualquier tipo de malentendido, ya que eso solamente retrasaría o frustraría una comunicación fluida y eficaz.
En una primera fase de aproximación, debemos utilizar preguntas abiertas que nos darán una información genérica, y gradualmente ir acotando el punto de interés con preguntas más enfocadas; sin divagaciones que nos alejen del asunto principal y evitando abundar en aspectos tangenciales. A su vez, es preferible evitar ser demasiado directo, lo que se podría interpretar como agresividad y provocar una retracción del interlocutor causando un efecto negativo.
Los mejores comunicadores saben lo importante que es realizar las preguntas adecuadas y en qué momento lanzarlas. Hacer una pregunta a otra persona puede implicar muchas más cosas que intentar resolver una duda. Las preguntas pueden tener una influencia muy importante en la comunicación que se establezca y, por extensión, en las relaciones laborales y personales en el entorno de cada uno.
Preguntas para uno mismo
Preguntar es una acción que todo el mundo debería practicar para reflexionar y aprender, con el propósito de mejorar sus relaciones interpersonales. Los life coaches más reconocidos actualmente, consideran que preguntar es un arte que todas las personas deben mejorar para consolidar su vida, incluso cuestionándose a sí mismos. Este reto pasa por aprender a dejar de lado las preguntas que no nos conducen a ningún conocimiento o verdad, y buscar el planteamiento de aquellas cuestiones que sí puedan estimularnos a avanzar y a un crecimiento personal. Si realizar preguntas inteligentes se considera un plus indispensable para ser un buen entrevistador en los medios de comunicación ¿por qué no podemos el resto de la gente imponernos el mismo reto, para conseguir una excelencia personal, laboral o en otros campos? Aprender a auto-formularnos las preguntas correctas es un sistema de crecimiento muy positivo en cualquier aspecto de la vida.
Preguntas poderosas
Existe una categoría de preguntas denominada ‘preguntas poderosas’; son aquellas capaces de estimular la mente del interlocutor. Estas preguntas incitan a la reflexión y a tomar conciencia sobre un asunto concreto o un aspecto determinado. Con ellas se motiva al interlocutor a actuar, o al menos, a pensar cómo puede hacerse algo de manera diferente a lo habitual, de manera novedosa.
Las preguntas poderosas deben ser breves, claras, abiertas y positivas:
Breves. Es importante que sean muy concretas, para que se centren directamente en el objetivo a analizar y eviten que el razonamiento se pierda entre un marasmo de ideas relacionadas, pero que no tienen un efecto directo sobre la cuestión que se trabaja.
Claras. En ningún momento, una pregunta poderosa hará dudar a quien la escuche ni planteará dobles lecturas que puedan distorsionar la respuesta, ni será susceptible de ser interpretada.
Abiertas. Deben incitar a la reflexión y a la comunicación. Las respuestas concretas y cerradas solamente serán adecuadas en casos muy específicos: en los que se necesite una confirmación o precisión de algún aspecto determinado.
Positivas. Una pregunta bien razonada debe evocar en nosotros mismos y/o en el interlocutor el ánimo para actuar y ser capaces de alcanzar el éxito que se busca en los diversos objetivos.
Una pregunta poderosa siempre busca bucear entre los valores de una persona, con el objetivo de llegar a descubrir su verdad. De esta manera, el preguntado consigue aprender cosas de sí mismo que muchas veces ni siquiera podía imaginar. De hecho, los expertos en life coaching, recurren a una serie de preguntas poderosas en las conversaciones con las personas que buscan su asesoramiento, para conseguir que ellos mismos encuentren en su interior las respuestas que necesitan a sus problemas.
Las preguntas poderosas suelen empezar con planteamientos básicos como “¿Qué? ¿Cuándo? ¿Quién? ¿Dónde?” y debe evitarse cuestionarse el “¿Por qué?”, ya que con esta última sólo se consigue iniciar la búsqueda de justificaciones sobre acciones pasadas, lo que contradice por completo el objetivo de este proceso.
Además, es esencial que quien realice las preguntas poderosas sepa mantenerse en un segundo plano. Con un punto de vista completamente ausente, y libre de opiniones, pues debe hacer que el interlocutor sea el protagonista de la conversación y, por lo tanto, adquiera la confianza necesaria para expresarse con total autodeterminación.
Una de las tentaciones más patentes en las personas que intentan hacer preguntas poderosas es la manipulación. Hay una línea muy fina entre ambos conceptos que conviene respetar. Las preguntas coactivas y manipuladoras pretenden que el preguntado dé la respuesta que quien pregunta quiere escuchar y, por eso, le inducen por un camino concreto que no siempre es necesariamente bueno, y además eso implica que se limiten las opciones de exploración, búsqueda y aprendizaje final.
La respuesta de las preguntas poderosas
La meta final del uso de las preguntas poderosas es conseguir que una persona se desarrolle positivamente mediante el aprendizaje, por eso es muy importante meditar en la respuesta que se da a cada una de las cuestiones planteadas.
Un silencio inicial es una buena respuesta a una pregunta poderosa, ya que implica que la persona permanece reflexionando acerca de la cuestión de manera profunda.
Las preguntas poderosas en las entrevistas de trabajo
Hoy en día se aplica este sistema de preguntas para filtrar la selección del personal, a tal punto que pueden resultar determinantes para que una persona consiga o no un puesto de trabajo.
De hecho, la manera más habitual de concluir una entrevista de trabajo es el planteamiento por parte del entrevistador de una pregunta semejante a “¿hay algo más de la empresa que quisieras saber?” Responder a ella con preguntas inteligentes hace ganar muchos puntos a un candidato. No preguntar nada denota desinterés, mientras que plantear cuestiones intrascendentes indica poco a favor de las cualidades del aspirante.
Responder con un par de preguntas bien razonadas a la cuestión final es la clave para lograr, al menos, otra entrevista. Los expertos recomiendan interesarse por los aspectos negativos del puesto al que se aspira y preguntar al entrevistador acerca de su experiencia en la compañía y por la cultura organizativa de la empresa, lo que también resulta positivo para que el candidato decida si, en realidad, le interesa el puesto de trabajo o es mejor que siga buscando otro empleo más adecuado a sus necesidades y estilo de vida.
En resumen, para cultivar el arte de la conversación, es importante escuchar primeramente y saber elaborar las preguntas adecuadas para obtener la información que necesitamos, ya que muchas veces dominaremos la materia en cuestión, pero en otras ocasiones nos podemos encontrar en situaciones donde no seamos expertos sobre el tema que se esté tratando. Hay grandes desencuentros que surgen de pequeños malentendidos, originados por no haber escuchado con suficiente atención, por no haber hecho las preguntas oportunas en su debido momento, o porque las respuestas recibidas no han sido tenidas en cuenta o entendidas en su totalidad.
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