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El semáforo del miedo: 7 cosas que deberías conocer sobre el miedo

Actualizado: 22 sept 2020


Varios semáforos en un poste
El semáforo del miedo: 7 cosas que deberías conocer sobre el miedo

El psicoterapeuta argentino Norberto Levy, en su conocido libro La sabiduría de las emociones nos cuenta que “las creencias culturales han convertido el miedo en una emoción indigna”. Socialmente vemos el miedo como un problema, así que si logramos no sentir miedo hacia aquello que tememos, creemos que podremos encarar la situación sin las dificultades que nuestro miedo pronosticaba, por lo tanto, el miedo es una emoción negativa y perturbadora. También entendemos socialmente que el recurso que nos permita no sentir ese miedo será de gran utilidad para que todo funcione mejor.


Este planteamiento es, como apunta Levy, un error de base, ya que te invita a ignorar el miedo en lugar de tenerlo en cuenta, que es precisamente lo que debemos hacer para curarlo. "El miedo no es el problema. El miedo está indicando que existe un problema, lo cual es muy distinto".


En este post quiero explicarte 7 cosas que deberías conocer sobre el miedo antes de confrontarlo.


1. Sientes miedo, eres humano.


Lo primero que hay que decir del miedo es que se trata de una emoción universal que todos sentimos en innumerables ocasiones. Se puede definir como la sensación de angustia que experimentamos ante la percepción de una amenaza, emocional o física, y que genera en nosotros una reacción. En este sentido, el miedo como emoción, es un concepto totalmente subjetivo. Así que, el primer consejo es: evita sentirte mal por sentir miedo; forma parte de la naturaleza humana.


Si no fuéramos capaces de sentir miedo, probablemente habríamos desaparecido como especie hace millones de años.


2. La señal de alarma inconsciente


El miedo es una señal, una reacción bioquímica que nos alerta de una amenaza que se aproxima. Algo así como una lucecita interior que se activa en nuestro cerebro de modo inconsciente para avisarnos de que algo inconveniente va a suceder. Y eso es positivo, porque esa lucecita nos hace conscientes del peligro. Si nuestros mecanismos inconscientes no nos hicieran mirar a izquierda y derecha antes de cruzar la calle, muy probablemente la población mundial estaría reducida a mínimos. ¿No es cierto que no acariciaríamos a los tigres del zoo como si fueran gatitos? Ni nos acercaríamos a un lobo salvaje como si fuera un perrito inofensivo, ¿qué hacemos cuando nos encontramos con alguien de aspecto agresivo gritando por la calle? Seguramente, optamos por cambiar de acera. Bien, pues eso es porque nuestra lucecita interior se ha encendido para avisarnos de la posibilidad de que algo malo nos puede ocurrir. Eso es el miedo funcional, el que nos ayuda a funcionar y a sobrevivir.


3. No sentimos sólo miedo


Además de que sentir miedo es una reacción humana, otra característica del miedo es que no es una emoción disociada, sino que solemos sentir miedo a raíz de algún estímulo y, a continuación, experimentamos otras emociones asociadas a él, como pueden ser culpa, vergüenza, humillación, rabia, impotencia, etc. Es decir, siempre tenemos una doble reacción. Cuando sentimos miedo, nos sentimos no sólo atemorizados, sino además, culpables de sentir miedo, avergonzados por ello, tristes, desanimados… Tener en cuenta esta característica es muy importante, porque en el reconocimiento de esa doble reacción radica buena parte de la comprensión, aceptación y superación del miedo.


4. Cómo reaccionamos ante el miedo.


Es importante remarcar que erróneamente, etiquetamos el miedo como una emoción negativa. El miedo nos favorece, como ya se ha mencionado, en cuanto nos avisa del peligro y es tan necesario como cualquier otra emoción. Mientras sigamos pensando en él como una emoción negativa, seremos incapaces de hacerle frente y no podremos superarlo.


Ante el miedo, nuestro cerebro nos sitúa frente a una toma de decisiones. Nos hace reaccionar siempre "escogiendo" entre tres opciones: la huida, la confrontación o el bloqueo. Podrás pensar que existe una cuarta opción: la evitación o posposición. Pero, a mi entender, eso no es más que una forma más de huida. Así que, ante una amenaza podemos reaccionar confrontándola (insulto cuando me insultan), huyendo (cuando escucho a un perro ladrar agresivamente, me aparto lo más rápidamente de su camino) o bien me puedo quedar bloqueado, sin reacción física (me acaban de echar una bronca injusta y me he quedado helado sin poder reaccionar ni abrir la boca, aunque sé que no tienen razón).


De hecho, en la práctica, aunque te esté hablando de una toma de decisiones, es nuestro cerebro el que “decide” por nosotros. La amígdala es la que, como reacción de protección en pos de nuestra supervivencia, toma el control y envía a nuestro cuerpo el mandato de reaccionar de un modo u otro. Lo interesante es saber qué criterios hacen que reaccionemos afrontando o huyendo.


5. De dónde vienen los miedos


El miedo descansa en nuestro software interno. Para programar un miedo en nuestra mente no es necesario haberlo experimentado previamente. Muchos de nuestros miedos son provistos por nuestra cultura, tradiciones y creencias.

El ser humano nace libre de miedo. Nuestros padres y madres, la cultura, la educación, el entorno y las circunstancias, se encargan para bien o para mal de programar nuestros miedos, con el fin de protegernos de los peligros con la intención de procurar nuestra subsistencia como especie.


6. Ningún miedo es injustificado


Así como el miedo es una emoción subjetiva, no existe ningún miedo injustificado y sí percepciones distintas del miedo. En realidad, nada en sí mismo es una amenaza. Dependerá de la percepción individual que tengamos de ella. Y lo será sólo en función de los recursos que tengamos para afrontarla. Si observamos (nuestra amígdala observa) una amenaza ante la cual nuestros recursos son insuficientes, es muy probable que nos retiremos, que no la afrontemos al menos en ese momento (reacción de huida o evitación). Si por el contrario, disponemos de los recursos suficientes, lo más probable es que nos atrevamos a encararla y a vencerla (reacción de confrontación). Cuando nuestros recursos son muy superiores a la amenaza en sí, entonces simplemente el miedo no existe, porque no percibimos la amenaza como tal.


Así, podemos establecer un semáforo del miedo en el cual nuestra reacción estará en función del balance de estos dos factores. La magnitud de la amenaza y la magnitud de nuestros recursos es lo que determina nuestra respuesta de miedo.


7. El miedo tiene una secuencia


Como toda reacción biológica, el miedo también obedece a una secuencia neuroquímica. En primer lugar, nuestros sentidos registran un impulso amenazante, el cual se traslada a través de la médula espinal llegando hasta la amígdala, situada en nuestro cerebro mamífero o cerebro límbico, que es el responsable de gestionar nuestras emociones. A través de dos estudios, ambos publicados en la revista Nature, el equipo del neurobiólogo David J. Anderson, del Instituto Tecnológico de California (CalTech), y el del Profesor Andreas Lüthi, del Friedrich Miescher Institute (FMI), han podido comprobar la existencia de dos tipos de células neuronales en la amígdala que controlan la gestión del proceso del miedo. Lo que han podido demostrar algunos expertos reconocidos, según un artículo publicado en www.lainformacion.com es que “el miedo está controlado por un microcircuito de dos poblaciones antagonistas de neuronas en la amígdala, que actúan como una especie de columpio. Estas dos poblaciones de neuronas se inhiben entre ellas. Es decir, sólo una de las dos poblaciones puede estar activa a un tiempo, como si estuvieran en uno de los dos extremos de un balancín, alternando entre dos estados". Según este equipo de científicos, aunque aún es demasiado pronto, “el conocimiento del funcionamiento del mecanismo interno de la amígdala puede ayudar a desarrollar tratamientos para controlar las fobias y la ansiedad”.


En el miedo funcional es todo completamente instintivo. Pero, ¿sucede lo mismo con el miedo disfuncional? Aquí es donde podemos y debemos actuar, puesto que debemos conjugar otras partes del cerebro: al sistema límbico debemos sumarle, con permiso de la amígdala, nuestra capacidad de pensamiento lógico y de análisis, es decir, nuestra parte más consciente. En función de cómo sea nuestra respuesta interior a esa reacción de miedo, seremos capaces convertir el miedo disfuncional en funcional. Y eso es precisamente lo que se llama “curar” el miedo.

¡Ahora ya sabes qué es el semáforo del miedo!

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