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La comunicación consciente

La comunicación, o, mejor dicho, la mala comunicación es una de las causas que más problemas nos genera en nuestras relaciones e interacciones con los demás. Muchas veces, demasiadas, entendemos y practicamos la comunicación como una vía para hacer saber a los demás lo que pensamos y sentimos, sin tener demasiado en cuenta las necesidades ajenas ni, tampoco, los parámetros conductuales y expresivos a través de los cuales vehiculamos nuestras ideas, pensamientos y opiniones. Usamos la comunicación de un modo inconsciente, como una competencia innata, que hemos ido incorporando desde niños de manera natural. Pero, como todas las competencias, la comunicación puede y debe desarrollarse de un modo que nos resulte completamente funcional. Y eso sólo se consigue si nos comunicamos conscientemente. ¿Cuántas conversaciones mantenemos mientras hacemos el esfuerzo de ordenar los pensamientos para preparar nuestra réplica? ¿Somos conscientes de nuestra comunicación no verbal? ¿Estamos más interesados en escuchar activamente la historia del otro, entendiendo sus sensaciones y emociones, o, por el contrario, en un momento concreto, algo nos transporta a una experiencia propia y desconectamos, deseando poder explicarla de inmediato? ¿Ponemos atención en qué efecto tienen estas actitudes en la calidad de la conexión con los demás? Ser un comunicador consciente significa atender plenamente a toda nuestra comunicación. Y el verbo atender no es gratuito. Comunicar conscientemente no es un proceso fácil. Requiere de práctica y, sobre todo, de actitud. La escucha activa, la empatía, la consideración, la aceptación sin prejuicios, la paciencia, son elementos ineludibles en cualquier interacción comunicativa de calidad. Las emociones son algo fundamental en nuestra vida. Todo lo que hacemos está impregnado de emociones, por lo que resulta absurdo que no las tengamos en cuenta a la hora de comunicarnos. Ser consciente implica ser capaz de atender plenamente no sólo al mensaje, sino al impacto colateral de dicho mensaje, a qué significado tiene para el otro esto que nos está explicando y, también, al impacto que causa en nosotros. Saber dirigir o redirigir el flujo emocional que la comunicación genera tanto en nosotros como en los demás, es un factor clave. Por ello, sólo desde la consciencia plena es que somos capaces de comunicarnos de manera efectiva. Saber entender y expresar las emociones, propias y ajenas es algo que se puede abordar con garantías de éxito desde la inteligencia emocional. El primer paso, cuando queremos ser comunicadores conscientes, es entender que la comunicación es un proceso en el que siempre interviene más de una persona y que solo se realiza si se completa en sentido y significado, a todos los niveles, cognitivo y emocional, y de manera bilateral. Más allá de la comunicación meramente gestual, la palabra es la joya de la corona en el proceso cognitivo. No es casual que entendamos los conceptos mayormente a través de las palabras, aunque estas nunca vayan solas. En este sentido, dar importancia y respetar las palabras que decimos es de vital importancia. La ortografía y la buena dialéctica se han visto denostadas o reducidas en su importancia, sobre todo con el uso habitual de las tecnologías, donde se prioriza la rapidez y la brevedad. Sin embargo, ambas, la ortografía y la dialéctica, son signos de una buena capacidad comunicativa de excelencia. Además de la palabra, en el proceso comunicativo está presente también la gestualidad, entendida como todos aquellos movimientos con la que acompañamos nuestra exposición oral, o bien su ausencia. Incluso, el silencio es comunicación. El primer axioma de Paul Watzlawick, principal autor sobre la teoría de la comunicación humana, propone que “Es imposible no comunicar”. Watzlawick defiende que no existe la No Comunicación porque, hagas lo que hagas, comunicas. Por eso es de vital importancia que nuestras palabras, nuestros gestos y nuestras conductas estén alineadas con las emociones y sentimientos y, todo en su conjunto, emita un mensaje coherente dentro del contexto marcado por los códigos psicosociales. Todas estas particularidades deben estar presentes en nuestra mente en cada acto comunicativo si lo que pretendemos es comunicar conscientemente. Así, interactuar con los demás es y debe ser siempre un acto responsable. En definitiva, ser comunicadores conscientes nos hace comunicadores más eficientes. Nos hace más accesibles, a la vez que nos permite crear lazos sociales más fuertes. Poner toda nuestra capacidad psicológica en nuestra comunicación, en realidad, nos hace más libres.

 

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